Por: Oswaldo de los Ríos  }

 La preeminencia de una economía especulativa y artificial,  conforme las grandes empresas se supeditan al apalancamiento y trucos bursátiles, con demandas de ganancias desconectadas de la realidad de la producción y el comercio, son parte esencial de la crisis capitalista occidental.

Una economía altamente controlada por monopolios y oligopolios, también hace parte de la escena, la misma que ahoga la posibilidad de la emergencia de nuevas compañías y de una sana competencia que permita estimular el desarrollo tecnológico, la recreación del aparato empresarial y de élites, algo que caracteriza el capitalismo en el lejano Oriente.

Esta la realidad de una de las compañías insignes de EEUU, que la Administración Federal de Aviación intervino luego de dos grandes accidentes fatales de sus aeronaves, el 610 de Lion Air y el 302 de Ethiopian Airlines: en 5 meses murieron 346 personas en aviones casi nuevos, y donde luego de las evaluaciones se concluyó que Boeing había perdido la cultura de la seguridad, en ahorro de recursos, en dirección de los beneficios demandados en bolsa.

Así, la Administración Federal de Aviación optó por, determinando cuantos aviones de última generación puede producir Boeing, guardando la seguridad de su producción, establecer este límite a la compañía, cortando de tajo el empuje de ganancias de los accionistas y obligando a la empresa multinacional a ajustarse a estándares que reduzcan las fallas que se han vuelto corrientes en la operación de los aviones.

Aún así, queda "en el aire" la pregunta si el último modelo de Boeing, la serie Max, tiene un problema de diseño "estructural", algo a lo que apuntan algunos análisis, que no se corrige con una computadora que arrebata el control a los aviadores y corrige las fluctuaciones del frontal de la aeronave debido a la falta de equilibrio causada por la disposición de los motores y visto en las modelaciones de túneles de viento.

Las limitaciones de la empresa privada también fue puesta a prueba en la era del New Deal de Roosevelt, cuando las compañías aeronáuticas de EEUU, carecían de capacidades para establecer un sistema de precios de boletos, que evitaran las quiebras de las empresas aéreas, por lo que entidades estatales asumieron el análisis de costos de las operaciones de los privados y determinaron precios de tiquetes y un grupo pequeño de compañías, con lo que que garantizar que Estados Unidos tuviera conexiones aéreas a lo largo del país.

Sin duda, la economía liberalizada es un mito que vuelve a ser recordado precisamente por lo que sucede a Boeing en la actualidad.

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