Por: Oswaldo de los Ríos }
Para Álvaro Uribe la reforma laboral, recientemente aprobada en el Congreso “parece una resaca de la vieja confrontación del odio comunista”, según un video recientemente publicado en su cuenta de X.
El expresidente lee un texto de sustentación de
esta tesis política, quizás un nuevo papel enviado por sectores interesados que
ocultamente mueven los hilos de partidos tradicionales, evidente por la
metadata del documento word que orientó la actividad de los mismos en los debates
sobre la reforma laboral en el Congreso y que Asofondos reconoce que fue mal
adaptado por el grupo de congresistas que hizo uso del mismo, para alentar la
reacción a la reforma aprobada.
El exmandatario ha recuperado su antaño tono al
cuestionar la reforma laboral aprobada, moviendo pasiones políticas más que sustentaciones
que den certidumbre a sus cuestionamientos. Y lo de “odio” es un aspecto a reseñar. Vale
detenerse en ello.
Uribe, parte de que la reforma aprobada tienen
como móvil el “odio”- le faltó de clase-, es decir, como que hay un gobierno
que no gusta que existan sectores sociales que disfruten de las ganancias que
recaudan por su actividad, una manera abstracta de imponer la idea de que aisladamente
un sector genera divisas al margen del resto de la sociedad, a lo que por norma
subyace criptográficamente el que son los únicos capaces de realizarlo.
A esto hay que decir, que la economía depende
de un ecosistema conformado por empleadores y trabajadores, que establecen sus
relaciones en el contexto de la exitencia de un Estado, que vela ya no por un
sector en particular si no por la perspectiva de la nación. Podrá decirse, que
los neoliberales profesan la desaparición del Estado, y que “las reglas del
mercado harán lo demás”, pero una formalidad que oculta precisamente reservarse
la administración de los recursos del mismo, aportados por el trabajo de cada
connacional que diariamente lo realiza, de manera informal o no, y de otra forma,
permitir que un sector prevalente económicamente imponga condiciones a su
arbitrio a los demás que hacen parte de la sociedad, lo que de hecho debe
evitar la acción de un Estado formalmente constituido evitando y mitigando la
polarización social, que es en lo que estamos -solo ver que Colombia, es el primer
país del mundo en desigualdad del ingreso, según Gini, un indicador, de hecho
avalado y establecido como referencia e indiscutido por los grandes empresarios
a nivel internacional y por el mismo Banco Mundial-.
Sin duda, una sociedad con niveles de desigualdad
desatendidos como los que presenta Colombia explica en buena parte por que la
solución es que viva en una guerra perpetua, una forma de gobierno que permite a
ciertos interesados hacer de los esfuerzos de todo un país su caja menor,
persiguiendo a todo a quien reclame derechos o denuncie lo que sucede.
Hace poco Everth Veloza, alias HH y quien fuera
un alto mando de grupos paramilitares en Urabá, reconocía en una entrevista a
la emisora la W que lo primero que hicieron con ayuda de las Convivir, de los
empresarios bananeros y de las fuerzas militares de la zona, era reunir los
trabajadores y sindicatos y notificarles que estaban prohibidas las huelgas.
Agregaba que fueron “miles” los asesinatos.
Tal vez ello sintetice lo de "menores impuestos
y mejor calidad del empleo” que sostiene el expresidente.